Estar cerca de Doña Cayetana, abuela materna de mi esposa, en las últimas semanas de su vida, me permitió comprender cuan importante era para ella su familia. Cuando le visité en el hospital, continuamente repetía: “no falta nadie, todos vinieron a verme”. Cuando regresaba de la visita, pensé ¿como querría yo pasar mis últimos instantes? Sin lugar a dudas, lo que más me importa lo querré hasta lo último de mis días.
Si mi sentir es una constante en el pensamiento humano, se puede saber con certeza lo que más valoraba el Apóstol Pedro. Según relata en segunda carta ( La Biblia – 2 Pedro 1: 13 – 15), Pedro se determina a ocupar los últimos momentos de su vida en confirmar en la fe a los hermanos. El Apóstol siente una urgencia por afirmar a los creyentes, antes de su partida. Esta urgencia está determinada por dos enemigos: el tiempo y los falsos maestros.
El Apóstol se sabe peregrino por la tierra, cuando dice que tiene que dejar su cuerpo, literalmente dice “tienda de campaña”. Su cuerpo no es más que una morada provisoria que pronto dejará. No le preocupa morir. Pero al hacerlo no podrá seguir con la tarea de fortalecer a los creyentes. En este sentido, el tiempo le es un enemigo. Trabaja contra reloj. Y se propone dedicarse con esfuerzo a la tarea de fortalecimiento.
Así también se prepara para enfrentar a los falsos maestros. La iglesia primitiva se encontró desde sus inicios con diferentes corrientes heréticas. Ya en los escritos apostólicos, se puede notar la presencia de estas, y el esfuerzo de los escritores inspirados por contrarrestar las falsas enseñanzas.
Por las descripción que Pedro realiza, se puede inferir, que los falsos maestros a los que enfrenta, pertenecen al gnosticismo antinominiano* (2 Pedro 2: 1 – 22). La acción de estos maestros del error le impedirían a los creyentes cumplir con su vocación y elección (2 Pedro 1: 10), con las consecuencias propias de ello. No esta de más señalar que ambos enemigos, tiempo y falsos maestros, están en conflicto con la iglesia hoy.
Aunque no corremos contra el tiempo, en el sentido de que estamos por perder la vida, si estamos contra reloj con respecto a dar vida a aquellos que están sin Cristo. La sociedad pos moderna corre con desesperación en un afán consumista, donde el interés por el prójimo es casi nulo. Tantos bienes y placeres que alcanzar que poco tiempo queda para ministrar.
Respecto a los falsos maestros, la situación es tanto o más preocupante. Las características descritas en el capítulo dos, pueden verse en varios grupos religiosos. La avaricia, por mencionar una de las característica, es el motor de algunos “ministros”. Común es escuchar a falsos maestros hablar lindas palabras, hacer grandes promesas, con el solo fin de hacerse con el dinero de los oyentes.
Ante los enemigos mencionados, le queda a la iglesia actual tomar las mismas herramientas utilizadas por Pedro para afirmar al creyente. Estas son:
El Consejo diligente, 2 Pedro 1: 12 – 15.
Por consejo diligente, significo impartir enseñanzas que permitan a los creyentes afirmarse en la fe. Esto es lo que Pedro hace. Las cartas 1 y 2 son la exposición de consejos diligentes.
La diligencia implica también una acción a propósito. No un ministración por casualidad o al azar, sino una ejecutada en base a una planificación previa. Se hace necesario dejar de correr detrás de algunas cosas y utilizar el tiempo disponible en otorgar consejos.
La correcta interpretación de la Escritura, 2 Pedro 1: 19 – 21 .
El Apóstol afirma que la palabra profética (refiriéndose a lo que hoy llamamos Biblia) alumbrará los corazones “hasta el día en que Cristo vuelva y cambie sus vidas” (BLS). Pero también advierte, “que ninguna enseñanza de la Biblia se puede explicar como uno quisiera” (BLS). Esto demanda un compromiso de estudiar fehacientemente las Sagradas Escrituras.
La experiencia personal con Cristo, 2 Pedro 1: 16 – 18.
Por último, la acción de afirmar al creyente requiere utilizar la experiencia personal con Cristo. Pedro afirma en esto la autoridad para su tarea. Él no está compartiendo una fabula, sino, su experiencia en contemplar la gloria de Cristo. El conocimiento teológico será sin provecho sin una constante comunión con el Hijo de Dios.
Terminemos con algunas preguntas que pueden llevarnos a una aplicación personal:
- ¿Invierto mi tiempo en otorgar consejo diligente?.
- ¿Puedo señalar de que manera me ocupo en estudiar las Escrituras? .
- ¿Mi comunión con el hijo de Dios es constante?.
- El estar cerca de Cristo ¿me permitió tener experiencias que pueden afirmar a otros en la fe?
(*) Gnosticismo antinominiano: El gnosticismo es una corriente filosófica, que se infiltró en la iglesia primitiva. Enseñaba que el conocimiento (gnosis) era el camino de la redención. Esta corriente tenía dos ramas. Una era el legalismo, que marcaba todo lo relacionado con el cuerpo como malo y por tanto debía desecharse. La otra era el antinomianismo (no ley) que pregonaba que no importaba lo que se hiciese con el cuerpo ya que solo se salvaba el alma.